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XXVIII
En esta ciudad de revistas, etiquetas y modas,
echémos a la basura los corsés que ocultan el vientre,
Brasieres de varilla y doble relleno
para levantar las uvas ya caídas.
Las pantys reforzadas que disimulan la piel de naranja,
Pantaletas violadoras de hilo dental.
Las incómodas y desechables pijamas sexis.
Destruyamos todo aquello que oculte, deforme o engañe.
No tratemos más de ser muñequitas de vitrina fina
Al diablo con las estilizadas piernas de Julia Roberts
con el busto de montañas de cera de Pamela,
o las pestañas postizas de actrices de telenovela,
las cremas ant-iarrugas,
anti-envejecimiento
anti-vida.
Al carajo con todo tipo de joyas que nos aten
sobre todo anillos de compromiso,
relicarios con fotos añejas,
medallones con iniciales de nombres propios.
Muera todo aquello que signifique propiedad de otro,
la inseguridad de estar solas,
el miedo a ser nosotras mismas.
XXX
En esta ciudad donde se ha perdido la inocencia
guardo bajo la alfombra un magnífico vestido blanco,
el collar de perlas negras de mi madre,
y el anillo de diamantes de la abuela...
Soy mujer de cien dólares la hora.
Más allá de la piel y sus quehaceres,
del movimiento de marea baja en la playa,
de la punzante risa que calcula los placeres,
Soy noche sin pijama peinando el tiempo,
gravedad de ópalo hirsuto bajo distintos cuerpos,
Mujer
que borda con hilo rojo los delirios.
En esta ciudad donde fracasa cada minuto un macho
en su obstinación por ser el mejor amante
yo,
con mis gemidos de consagrada actriz,
logro formar de un trozo de cristal un brillo de infinito.
Un distraído me ha regalado exóticas joyas como juramento
el inocente cree que mis manos podrían amasar pan para el desayuno
usar
delantal, rulos y zapatos bajos,
mas ha olvidado que soy mujer de cien dólares la hora
y
me he encariñado con los deleites de este oficio. |
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