Sara, la Muerte se llama Sara
Jesús Marín



Vendrá la Muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese


    Dicen que la muerte tiene muchos rostros. Dicen que uno puedo morir y no darse cuenta. Yo no lo creía, ahora sé que es cierto. La ausencia de una mujer es la muerte. Es un abandono que nunca deja de doler. Y estás ahí, a mitad de la noche, en tu celda, mirando ese trozo de papel donde alguna vez ella escribió palabras mágicas que alumbraron tu ceguera, que por instantes hicieron creer que serías salvo, y que el destierro había terminado. Y el silencio todo destruye. Y el silencio es la peor de las muertes.

    Te conviertes en una sombra que vaga por las calles. En un ser que se esconde de los espejos y huye de la luz.

    Me abandonaste Sara, dejándome a mitad de la fe, esperando tu regreso, sin explicación ni piedad, ¿acaso no tienes corazón, acaso no sabes que sin tu vientre no sé vivir?

    Dicen que cuando a uno se le parte el corazón ya no hay remedio contra la tristeza negra que invade los ojos. Y dicen que las lagrimas se lloran hacia adentro. Y que más valiera estar muerto de verdad, para no extrañar la ausencia de esa mujer.

    Dicen que las lágrimas crecen hasta convertirse en flores negras. Dicen que uno se pasará las noches esperando el regreso. Dicen que uno esta muerto, con la mirada ausente de los que ha perdido la fe. De los que ha perdido su alma.

    No sé donde buscarte. Sólo conozco de ti, tu nombre. Y la infinita tristeza de tu mirada. Y el infinito miedo en tu alma de niña. Sólo sé de ti, que te estremeces cuando mi lengua explora el lóbulo de tus orejas. Y que muerdes mi cuello hasta hacerlo sangrar. Y que tu vientre es fruta sagrada.

    Has dejado de necesitarme Sara, he dejado de estar vivo. Qué hacer cuando el amor termina. Dónde refugiarse cuando el naufragio se ha llevado todo. Quedan restos de lo que fuimos. Pequeños momentos que nunca han de morir, la vez primera que percibí el aroma de tu cuello. Nuestro primer beso . Y la tarde en que te desnude y lloré ante tu miedo y te abrazaba fuerte y tú te aferrabas a mí. Tu foto en la cual escribiste que íbamos a estar siempre juntos. El amor nunca es eterno. El amor duele. El amor mata. Y lo que sobrevive es una desolación insoportable, un secarse lentamente. Es un ir enloqueciendo de silencio. Es un llorar sin poder hacerlo. Es buscar en laberintos entre mudos recuerdos.

    Cada noche se ha convertido en desesperante prisión al no saber nada de ti, la incertidumbre hiere más que el abandono, el no tener noticias tuyas , mata tan lentamente.

    Noches clamando por tu cuerpo de ángel, por tus pequeños senos y por la blanca pureza de tus muslos. Noches tratando de buscar una razón de tu abandono. De tu cruel condena a este tu demonio, ángel mío, Princesa de la Oscuridad,¿dónde estás?, ¿por qué me dejaste sin manos y sin ojos, sin corazón? Dolor de no tenerte, dolor de ausencia, dolor de estar vivo sin tu boca para morderme, sin tus manos para acariciarme. Loco sin ti, loco de muerte.

    Hoy sé el sabor del olvido. Amarga hiel de ciegos. Amargo sabor que quema y lacera. Hoy sé que los recuerdos no sirven cuando únicamente se tiene el abismo y un caer sin fin.

    Ahora comprendo que de amor sí se puede morir. Y es una muerte interminable, más allá de un puñado de tierra, más allá de la piedad de los hombres y el rezo de sacerdotes.

    Nunca he estado más vivo que cuando te tenía en mis brazos y te refugiabas en mi pecho, con tus ojos derrumbados, con la tristeza que flotaba en el fondo de tu alma.

    Nunca he estado mas vivo que cuando mi boca besaba los labios de tu vientre y me perdía en esa isla a donde yo solo sé llegar.

    Ya no tendré calma. He perdido mi hogar. Tú te llevaste la fe. Ya no habrá luz. Ya no tendré tu ternura que sanaba este odio. Tus manos que aliviaban la soledad de mi nostalgia.

    He sido de nuevo crucificado. He sido de nuevo convertido en demonio.

    Me abandonaste cuando creí que nuestro dios nos había perdonado.

    De nuevo la sangre. De nuevo el cazar. De nuevo la oscuridad y el huir.

    Ahora sí que estoy muerto. Ahora sí que he dejado de ser hombre.

    De nuevo el no pertenecer a ninguna parte. De nuevo la soledad y los cuervos devorándome.

    Bendita seas, Sara. Bendita seas donde quiera que estés. Te amo mi Princesa Oscura.



Jesús Marín.
Es de Durango. Es zurdo. Tiene 33 años y es signo cancer. Le gusta la cerveza Victoria. Es autor de "Manual para cazar palomas despanzurradas", "Zona siniestra" y "Las otras muertes de fermín"