Infarto número uno (el efecto de Maria Emilia)
Jorge Campos



Aún recuerdo la placidez de mi cuerpo y mi alma .Aún tengo los ojos frescos, ilusos ante el brillo soñador de escapar del temor al miedo infinito .Aún recuerdo las lágrimas más sangrantes que se cuelan entre el dolor apretante, temeroso a la verdad y a la risa más fingidas (mentiras).Aún recuerdo el patíbulo infernal que atrapaba mi espíritu temeroso encarcelado entre los fierros de la soledad, preocupado por escapar al menos unos segundos. Aún veo lo perdido que fui, buscando un lugar; sintiéndome tan envuelto en la emoción; corriendo rápidamente al brillo deseado de la ilusión, sin mirar atrás escapando de ser asfixiado. Aún recuerdo el pequeño espacio agudo, oscuro, frió, sin oxígeno, torturante.... matándome lentamente en vida. y oigo melodías indestructibles al escuchar tu voz , veo brillarme acompañado de tus ojos prendiéndome en vida a lo real , frotar mis labios violentados de temblar de miedo en un cuerpo imaginario basal de seis enormes y visibles letras.

... y a gritos entre la presión.
... y a gritos entre el miedo.
... y a gritos entre el sentir.
... esperando que me oigan gritar.

Hay cuatro paredes que me encierran y no pueden dejarme ir , y como péndola de reloj dependo de un cuerpo suspendiéndome en un eje habitado por encima de un centro de gravedad solamente girando en torno a él, es así la situación que no puedo escapar. Ya el recuerdo se pronuncio y tan aguantado de miedos aún no se me apagan las esperanzas; la esperanza que nunca se apago en lo oculto de la oscuridad, el sentido ajeno abrió paso a un viajar en lo callado de un viaje por la muerte, flotando en un estigma inhumano.
Tus manos tocarán mi piel y con mi voz más fatal, grito! en el silencio, desde lo más lejano del pequeño tiempo ; el tiempo que muto entre mis venas la sonrisa mas potente de estar prendido entre el espíritu en que me oyen gritar , escuchándome pasiblemente sin dejarme caer.
...Con tus manos sujetas a mi cuerpo, el temor y el miedo se vuelven tan pequeños, y yo me hago tan grande que las transtornaciones ya no me abundan más.



Jorge Campos.
Lima, Perú. 1991.