La Xalpa
Patricia Romana Bárcena Molina



   Las secas pajas se incendiaron sin que alguno de ellos arrimara el fuego.

   Esa mañana el sol enfureció y el viento hizo caminar al bosque. Aquellos que intentaron acarrear agua del río se volvieron cenizas. Las llamaradas cercaron al poblado "La Xalpa", y en pocas horas se consumió la posibilidad de salvar a los que ahí vivían. Fueron hombres, mujeres, ancianos y niños los que tendremos que olvidar, y entre más pronto mejor, porque las desgracias no vienen solas y no queremos más tragedias. "El destino pone trampas perfectas cuando caemos en ellas empujados por la ignorancia y el aislamiento. ¿Cuántas veces miraron surgir el fuego espontáneamente? ¿Por qué no enterraron las ramas y las hojas muertas? ¿Por qué tentaron a las fuerzas de la naturaleza?" Fue el argumento.

   Ninguno sobrevivió. No sabremos cuáles y cuántos fueron sus lamentos.

   Yacen junto a la cosecha que los alimentó en su camino al cielo o al infierno.

   ¡Tendremos que olvidar, y entre más pronto mejor! Las desgracias no vienen solas y no queremos más tragedias. En unos cuantos meses, en lo que fue La Xalpa, se iniciará la construcción de una carretera que comunicará a dos ciudades importantes. Qué lástima que los habitantes de La Xalpa no puedan ya integrarse al proyecto. Les hubiera venido bien conocer el progreso y utilizar el nuevo camino para ir a vender sus cosechas, tan mal pagadas por la dificultad de transportarlas. Les hubiera venido bien que sus hijos acudieran a una escuela para aprender algunos números y algunas letras.

   Les hubiera venido bien esa carretera para salvarlos del aislamiento en el que sobrevivieron más de quinientos años. Pero, murieron entre las llamas y nadie sepultó sus cuerpos. Sus cenizas se regaron por la tierra, en la que renacerán árboles y flores como los que perecieron con ellos. La autopista cruzará por encima de La Xalpa, con el tiempo pocos se preguntarán por sus habitantes. No fue La Pompeya sepultada por el Vesubio en el año 79, que dejó testimonio de una magnífica ciudad adornada con mosaicos, esculturas y cultos. Sólo fue un humilde poblado que debía desaparecer para dar paso al progreso, merecedor apenas de un pequeño letrero como referencia para la desviación al río.



Patricia Romana Bárcena Molina.
Subdirectora de al margen . net
Estado de México.
Maestra en educación especial.