Oscar Cárdenas loch ness Ness es un pueblo. Como cualquier pueblo del mundo, sólo que se llama Ness. Yo nací en Ness. Ahí crecí y desarrollé todos mis gustos. Tal vez por eso aunque ya vivo en una metrópoli, sigo pensando como cuando estaba en Ness. Sus habitantes responden a las costumbres de un pueblo común y corriente. El Señor Cura -en ambos sentidos de la palabra- funge también como asesor en cuestiones del Ayuntamiento. Pero es un buen hombre. Tiene muchos ahijados y a todos les da su domingo. Un día sentí ganas de ser su ahijado. En Ness ocurría una que otra barbaridad, pero nada fuera de lo común. Como cuando encontraron al director de la primaria impartiendo clases privadas a una de sus educandas. La niña quedó embarazada, pero con la ayuda de sus padres pudo salir adelante. Ness tiene un lago. El lago es parte importante de la vida de los Nessenses. Hasta se dice que muchos se mantienen de él. Pero no es cierto. El lago no da para más. Todos sabemos lo que desemboca ahí. Aunque de vez en cuando se organizaban unas buenas excursiones en la escuela con todo y compañeritas, que nos hacían olvidar lo mugroso del agua. Así se desarrollaba la vida en el pueblo, hasta que un día se corrió el rumor de que uno de los animales del Señor Slaughter, había desaparecido misteriosamente. Así es, se podían cometer delitos normales, pero que desaparezcan las cabras del Señor Slaughter sin dejar rastro, eso si es de preocupar. El sheriff acordó darle seguimiento al caso. En todo el pueblo se publicó que un despiadado malandrín rondaba por los ranchos de Ness. Los dueños redoblaban sus medidas de seguridad afiliándose a una Asociación de Dueños de Ranchos y Similares del Municipio de Ness, A. C. (ORSMNA por sus siglas en Inglés) y por un candado “de los reforzados”. Pero ahí no paró la cadena de desgracias. La siguiente víctima no fue una cabra. Una vaca apareció con sendas heridas desvanecida a la orilla del lago. Se llegó a la conclusión de que el ratero la obligaba a palazos a subirse a un tipo de remolque, pero que la vaca había sido lo suficientemente fuerte para resistirse. La preocupación de las autoridades era cada vez mayor debido a las constantes críticas de la población. “No pueden dar con un simple raterillo?” Incluso se comisionó a los policías municipales para montar una guardia permanente alrededor del lago para pescar al fulano “en cuanto se robe algo”. Por supuesto que todos recibieron el debido adiestramiento y qué decir del equipo que incluía tanques de oxígeno y unos trajes de baño como los de la serie de TV. Muchos pensaron que la vaca pudo haber estado luchando contra otro animal, pero “de qué tamaño sería ese animal para abusar así de toda una vaca?”. Mientras tanto, las barbaridades normales del pueblo, seguían ocurriendo. La Señora Weiss se presentó ante la Oficina de Personas perdidas para reportar la ausencia de “varios días” del Señor Weiss. Pero cuando el loco del pueblo, un señor al que le decíamos el “talegas”, les contó que había visto a una especie de dinosaurio con unos dientotes “así de grandes”, tragarse a la cabra del Señor Slaughter, comenzó una verdadera explosión de temores. -Cuando fue la última vez que vio a su marido? -El domingo, me dijo que iba a pescar al lago o algo así... hasta llevaba su mochila. -A pescar al lago? Ave María Purísima! La noticia rondaba por todos los alrededores. Se trataba ni más ni menos que de un monstruo. De 5 metros de alto y toneladas de peso -aunque nadie supo dar una cifra exacta-. Artistas de todas partes enviaban bosquejos del misterioso animal, que el “talegas” se encargaba de desmentir. “Le falta cuello.” “Le sobra cabeza y nariz.” Ingenieros de la Industrial Light & Magic se trasladaron desde California para comenzar con la creación digital de un ser tridimensional llamado “El monstruo”. Que sería el título también de la película que co-protagonizaría la bella Bridget Fonda con Alfonso Zayas en el papel de el “talegas”. Pero lo realmente preocupante era la desaparición del Señor Weiss. Asociaciones de ciudadanos se congregaban frente al edificio del Ayuntamiento para exigir a las autoridades un rápido esclarecimiento de los hechos. Entonces el sheriff decidió consultar a los intelectuales y empresarios del Municipio para planear juntos el proyecto de cacería del “Monstruo del Lago Ness”. De entre ellos destacaba un escritor tan extravagante como querido en el pueblo. Le llamaban el “buen John”. Su creatividad le había dado al pueblo una fama que iba más allá de un simple lugar con un lago. El buen John descargó con una inusual despreocupación : “Porqué no... simplemente le sacamos el agua al lago?” Si no se oyeron carcajadas, era por el respeto que le tenían al buen John. Él se imaginaba a un gigante que con un popote aspiraba el agua del lago poco a poco hasta mostrar en el fondo y al centro de éste -la geografía del lago se dibujaba con asombrosa simetría- a la bestia desprotegida. Lista para ser acribillada por los furiosos pobladores armados con piedras y palos. Aunque también podían dejar ese trabajo al ejército, que preparaba sus nuevos misiles Ground Base Interceptor, cuya misión real es interceptar proyectiles fuera de la atmósfera, pero en este caso “el monstruo pudo haber venido del espacio”. “Porqué no dejamos esa opción para un caso extremo? Escuchemos otras ideas.” Replicó el sheriff que por cierto se llamaba Lester Lyles. La idea de poner como carnada otra cabra no agradó principalmente al Señor Slaughter. Otra proponía el uso de cloro en el agua del lago... pero los niveles de cloro ya rebasaban por mucho los tolerados por cualquier ser vivo. Además el “talegas” comentó que no era necesario, puesto que el monstruo era ya, totalmente blanco. El fantasma de la propuesta del buen John rondaba cada vez con más insistencia. Las opciones se estaban agotando! Para cuando terminó el novenario y se efectuó una misa -de cuerpo ausente- en honor del Señor Weiss, la cabeza del sheriff Lyles pendía de un hilo. Era hora de tomar una decisión definitiva : “Saquemos el agua del lago”. La comunidad empresarial se aprestó generosamente a facilitar la tarea. Se reunirían los grandes motores de sus industrias para trabajar como moto-bombas que le darían un flujo lento pero seguro al agua del lago. Ésta iría a parar a los cauces de los ríos de la región que bastante falta les hacía y principalmente a una presa que pronto estrenaría un sistema de reciclado de agua sin precedentes. Se calculó que en 3 días el agua habría bajado tanto su nivel, que sería posible por fin ubicar a la criatura. Sería posible encarar a la bestia asesina y descargar sobre ella la furia de una comunidad ofendida que convocaba a la masacre a todo aquel que se sintiera capacitado para provocar heridas mortales con ayuda de lo que sea. El grupo estaba encabezado por golpeadores, pandilleros, atletas y jornaleros. Éstos últimos se reunían a la voz de “joto el que no vaya”. Por supuesto que yo también estaba preparado. Saqué del armario mi viejo rifle de copitas y en compañía de mis amigos, me apresté a sumarme al pelotón. A escondidas de mi madre, claro está. Nuestro objetivo era muy claro : Todos le dispararíamos “en el mero jundillo”. Ese día por la mañana, la muchedumbre se congregó alrededor del resto del agua y comenzaron a avanzar todos hacia el centro. Muchos sentían temor, pero aliviaba el saber que éramos muchos. Por alguna extraña razón nadie pensaba que la bestia podía atacar y tal vez herir o matar a unos cuantos, pues estábamos muy seguros con tantas armas. Muchos presenciaron como el “talegas” se alejaba del grupo quedándose atrás. Lo vieron agacharse entre la basura acumulada como buscando algo. Levantó entonces lo que de lejos parecía ser una medalla de algún metal valioso. Se dio la media vuelta y nadie lo volvió a ver jamás. Mi amigo Anthony también encontró algo. Su méndigo balón de plástico duro de futbol americano que me cobró como nuevo allá por mil novecientos ochenta y cinco. Todavía me pregunto porqué no flotó la chingadera. El momento se acercaba, el agua había bajado los suficiente para descubrir al monstruo. Seguramente el muy cobarde se estaría acurrucando en el fondo consumiendo así sus esperanzas de que desistiéramos en nuestro plan. Pero no lo lograría. Tommy McDowell era un destacado maratonista que había tenido el honor de correr en el maratón de Nueva York. Sin éxito. Abandonó la prueba porque le falló la estrategia de “tronar” a los Kenianos. Tommy adoptó una posición de luchador : los pies separados y semi-agachado. Todos hicimos lo mismo. Ese día nunca se olvidará en Ness. Nadie vio nada de monstruo blanco y enorme. La incertidumbre y decepción se apoderó de todos a la vez que las mujeres y los niños se acercaban para corroborar la ausencia de monstruo. Pero desde lejos, el buen John hacía realidad lo que en sueños se había figurado : El monstruo estaba descubierto e indefenso en el centro del lago. El monstruo éramos todos. Tiempo después supimos que el Señor Weiss se había fugado con una agente viajera con la que tenía negocios desde hace tiempo, dejando a la Señora Weiss desamparada y con 2 chiquillos. Pero ella nunca quiso levantar una denuncia a quien le había dado los mejores años de su vida. La vaca, ni siquiera le pertenecía al Señor Slaughter. “Yo dije que como que se parecía” argumentó el muy pendejo. Y aunque nadie supo de quién era ni que le había pasado, todos se apuntaron en la repartición de la carne. La cabra se les cayó de la camioneta cuando regresaban de una exposición ganadera. El chofer no la reportó por temor a que se la cobraran. Un habitante de un pueblo vecino la adoptó y creció feliz al lado de otras cabras. |