Oscar Huerta por una monarquía democrática Tal vez Usted acostumbre leer y hojear revistas con fotografías y artículos de la alta sociedad de su ciudad, de su país y del mundo, supongamos entonces que lea la emblemática Hola! Además es probable que también le gustaría aparecer alguna vez posando sentada sobre sus rodillas en el sofá de su sala, o al timón de su yate, o con su traje de vaquero a la monta del pura sangre en su hacienda, o esquiando en los Alpes europeos. Pero lo más seguro es que aún o aparezca en las portadas de estás revistas porque no tiene aquel linaje necesario en su apellido, o bien su cuenta bancaria tiene números rojos en lugar de negros con muchos ceros antes del punto. Todo parece indicar que existe una forma segura de que Usted lo haga: Conviertase en presidente de la república o en su defecto primera dama. No se preocupe si usted esta a la mitad de un divorcio (o ni siquiera lo ha comenzado), o si sus empresas naufragan o son de plano fantasmas, una vez en el poder podrá solucionar esos minúsculos detalles. Que no le quite el sueño si no sabe nada de historia o de política o de economía o si tampoco lee el periódico; asegúrese algunos libros de Og Mandino y aprenda a llorar en público y conquistará el corazón de toda una nación. Si esta sugerencia no le parece nada original es porque efectivamente los autores de tal plan se llaman Vicente y Marta. Seguro que los conoce ya que llenan la pantalla cada noche con besos en Roma, con su amor eterno jurado en actos a beneficio (de quién sabe quien). Lo único que ensucia el rosa idilio: México, un país que se hunde en la corrupción partidista y gubernamental (lo mismo pues), un país con índices salvajes de criminalidad e injusticia, un país que se hunde en la incompetitividad, por mencionar un par de cosas. La propuesta En aras de procurarle lo mejor para México, debemos buscar un esquema en el cual tengamos una familia real que se ocupe de los asuntos protocolarios y el lucimiento, y un presidente o primer ministro que se encargue de la administración del gobierno. Finalmente le debe salir más barato al país gastar además en la monarquía (¿civil le llamaríamos?), que dejar que el presidente bese a su esposa mientras muestra desdén por el resto de los poderes y por el resto de la población. Aprovechando las elecciones sexenales para presidente de la república, podríamos agregar una boleta más con los nombres (y los rostros en este particular caso) de los aspirantes a ocupar la monarquía. Habrá seguramente quienes se pronuncien que la familia real sea sólo una y ocurra las sucesiones vía línea sanguínea. Pero no, debemos asegurarnos dos cosas: la primera es que la silla presidencial (lo que se refiere al poder ejecutivo) no sea de nuevo ocupada por exhibicionistas y soñadores de fama y fortuna, y la segunda que todos tengamos oportunidad de aspirar a la monarquía. Dejaríamos de preocuparnos (sólo en el caso de la elección monárquica) que los presuntos "Amigos del Rey" obtuvieran del extranjero los fondos para su campaña, ya no nos preocuparía que el Rey no tenga la menor idea de los fundamentos de economía y política, les aplaudiríamos viajar por el mundo para que jueguen a las escondidillas en los monumentos del extranjero, aunque uno siempre esta propenso a quemarse con detalles protocolarios (que si nadie le dijo al Rey que acá no se usa corbata). Yo quiero ser rey Con una bonita misa de coronación se podría darle todo el lucimiento que amerita el cargo, sería equivalente a cuando las misses terminan su reinado y le pasan la corona a la siguiente miss. Tendríamos también que realizar un concurso (me imagino en las paradisiacas playas de Cancún) donde las parejas aspirantes aparezcan en sus mejores trajes y donde nos digan (con preguntas aleatorias) que les gustaría hacer durante su reinado y el concepto que tienen de la paz del mundo. Así al llegar a las urnas (no nos vaya pasar lo que los tiradores mexicanos de penales) podremos entonces hacer la correcta elección: los más bonitos, los más refinados, los más cultos (para aquellos que se ponen ya muy exigentes). Por supuesto que el Castillo de Chapultepec es el lugar más indicado para ser el recinto de los Reyes, para que de ninguna manera los asuntos mundanos lleguen hasta allá, que de ninguna manera salgan de los Pinos o de San Lázaro. Ya en Chapultepec se podrán organizar los conciertos de Elthon John sin la molestia de los acostumbrados grupos que protestan. De proceder esta propuesta, por supuesto que seré el primero en contender en la primera elección ¿quién no quiere ser Fox? |