Karen G. Rodríguez Montiel*


para pasar el rato


I

Sentada de espalda al gran templo llamado "expiatorio",
era mejor festín a la vista la austera fuente de piedra.

Hay quienes aprecian los grandes monumentos,
y las jocosas arquitecturas,
yo, en cambio, me deleito con el quejido del niño,
la risa de una novia
o la profunda voz del padre que platica con su hijo.

Ese gran templo, que a mis espaldas está,
de ventanas caprichosas y alfombra roja al entrar,
es el testigo de todas las charlas,
de las parejas sentadas cada una en una banca,
y de las fantasías de los niños que van de lado a lado
corriendo con sus amigos
y recorren toda la plaza con sus agudos gritos.

"Gippis" que venden aretes,
boleadores y mamás
y uno que otro solitario que viene a observar nada más ..

y yo, aqui no más pasando el rato,
con mi nieve de fresa y rompope
espero que sea hora para dejar de observar.

II

Con mirada cansada
ve pasar a la gente,
la sonrisa le sale
desde su inconsciente..

pasa un niño en patines
tras el, su hermana gritando
"¡Corre juan!, ¡Corre hermano!...
que te estoy alcanzando"

En la esquina un borracho
Piropea a las muchachas
Quienes solo lo llaman
"Viejo briago, guaracho!!"

En el cielo un estruendo
amenaza las vacas
en el pasto mojado,
se les mojan las patas.

Y los pájaros vuelan,
A sus nidos ocultos,
entre ramas frondosas,
Con el verde de julio.

En la plaza los músicos,
Acomodan sus flautas,
Tololoches y trombos,
Pa' empezar la tocada.

La chavaliza hace surco
Alrededor de la plaza
Mientras los grandes sentados
En las bancas mojadas.

Doña Laura, sirviendo
El pozole famoso,
Los tamales de elote
Y champurrado sabroso.

Y la niña inmóvil,
Graba todo en su mente
Cual si fuese una estatua
Solo observa a la gente

III

Es el baile de todos los domingos,
En la plaza que alberga farmacias,
boutiques, zapaterias, tiendas y no sé que más.

Entre fuentes de extrañas esculturas,
Aberraciones de cuerpos humanos
Hechos muebles de bronce o algún otro metal.

Los niños se montan en ellos
Deslizan sus pequeños cuerpos
Cual si la silla gigante fuera una resbaladilla

Y yo, mirando,
e impaciente esperando
que el agua salga,
el niño se moje
y lo regañe su mamá.
¡a ver a qué hora me toca a mi jugar!



*Karen G. Rodríguez Montiel.
Guadalajara, México. 1979.
Lic. en Informatica Administrativa (ITESO).