Gerardo Cham*


de Borges y de la noche


Transmutación de Borges

    Perfilado bajo la luz de una lámpara nocturna, Jorge Luis vuelve unas páginas de Homero. Su mano gravita un sudor frío. De pronto, como una oscura pero maravillosa tragedia, siente la mano de Lönnrot sobre su hombro <<no es nada>>, una simple conjura imaginaria. Vuelve a su labor. Pasan las horas y el viejo volumen se va consumiendo como el mundo al mundo.
    Del arcano ha tocado una íntima revelación hundida en la garganta igual que su íntimo cuchillo. Vino el Rabí a desterrar mapas y a hundir cartografías. A Stevenson hace tiempo que lo madrugaron otras bibliotecas. La piedra y el tigre ya no quieren perdurar en su ser porque todo ha cedido, y el tiempo finalmente ha sido negado.
    El hombre detiene su lectura cuando algo le dicta que no murió el General Quiroga, fueron otros madrejones los que llevaron su coche al muere. Tampoco Judá León pudo nombrar el numen. Se devanaron las cosas, y la memoria en su tremenda contradicción, ha dictado todos los nombres conjeturales que hacían falta para dar con el universo. Ahora sabe que contempla el último libro y acaso entiende, no sin la ironía de Dios, que el día ha de cogerlo ciego.



De fatalidad

    Un hombre llega feliz a su casa como tantos otros. En su biblioteca, despreocupado, abre un libro. Se siente decaído, absolutamente sin ganas de trabajo. Quiere matar el rato. Al ver su nombre se detiene de pronto en una de tantas páginas. Aquella biografía misteriosamente va transformándose en su propia vida. Está indeciso, no sabe si continuar leyendo. Al fin lo hace. Se entera de todo, hasta de su muerte. Desesperado cierra el libro. Abre el cajón del armario y se pega un tiro.



De noche....

    Una noche la luna descendió hasta un prado verdísimo. Alguien que pasaba la confundió con una rodaja de queso y la arrojó al río. La luna se deslizó hasta un remanso donde un joven gitano rasgaba su guitarra con las piernas metidas en el agua.
    -Bienvenida señora luna. Mi nombre es Federico, soy poeta. Me gusta pasar las noches aquí sentado, cantando versos a la bruma y a la yerba, pero esta noche pienso en las estrellas que nunca podré mirar de cerca.
    Al oír esto, la luna se sintió impertinente y siguió su camino río abajo.



*Gerardo Cham.
Guadalajara, México. 1964.
Investigador en el Instituto de Investigaciones Estéticas (Universidad de Guadalajara). Imparte el curso de Semiótica (Maestría de Comunicación en el ITESO).
Algunos titulos publicados: El cuaderno de Liszt (relatos), Viaje a los Olivos (novela) y Bajo la sombra de París (novela que se publicará en breve).