Aída Párraga* la desinformación del vaticano Hace algunos años, estudiando en la escuela secundaria, me contaron el siguiente chiste: “Este era un hombre que murió y debido a ciertos hechos oscuros de su vida el destino de su alma fue el infierno. Allá iba aquella alma compungida en su descenso hacia el fuego eterno, deseando no haber hecho lo que le agenciaba aquel final y, de alguna manera, preparándose para la eternidad de tormentos que le esperaba. Cuál no sería la sorpresa de esta alma pecadora cuando al llegar a las puertas del averno en lugar de encontrar al fiero y mítico can que lo introduciría a su martirio, se encontró con una camada de hermosos perritos falderos que haciendo piruetas por los aires y lamiéndole las manos, la invitaban a pasar. Pasó nuestra alma amiga por una reluciente puerta de cristal y acero inoxidable, que obviamente había sido impecablemente limpiada, y que era abierta por un mayordomo ataviado rica y hermosamente. El condenado esperaba los látigos y el aceite hirviendo, adjudicando lo que veía a un tormento mayor, sin embargo ni los látigos ni el aceite llegaron. Quien si llegó fue una hermosa edecán, sin cola ni cuernos, que le condujo a la oficina de registro, ahí le ofrecieron café, té o coca cola, con o sin hielo, le hicieron esperar cómodamente, le prestaron revistas y periódicos y le ofrecieron cojines extras. Cuando le tocó su turno para registrarse, muy extrañado y creyendo que en lugar de haber bajado había subido, o que a lo mejor no había muerto y todo era un sueño, preguntó al encargado, un hombre amable y cordial, que lo atendía, a que se debía todo eso, preguntó entonces por los tan afamados látigos y calderas de hirviente aceite, entonces el hombre le contestó que nada de esto era cierto, que no había ni aceite, ni látigos, ni azufre, ni tormentos eternos, que era todo el esquema de desinformación que seguía el Vaticano en la tierra, ahuyentando así a los posibles clientes” Y lo recuerdo ahora que en honor a la verdad no me parece tan gracioso como me lo pareció en mi infancia, pero sí mucho más oportuno. Desde hace unos días ha circulado por correo electrónico una presentación en Power Point en la que se muestra una serie de fotos de un bebe arrojado a una cuneta, según explica la presentación, es una niña que debido a “las crueles, inhumanas y perversas leyes” de la República Popular de China, que permiten el crimen del aborto, ha sido asesinada y tirada en una cuneta por la que deambulan cientos de personas sin que nadie, ni siquiera, vuelva a ver el pequeño cadáver. Llega, el autor de dicha presentación, al colmo de presentar la foto de un par de chicos casi pateando al cuerpecito, todo con la intención de que se grite en contra de un país que hay que conocer antes de señalar, dichas fotos e información fueron tomadas de un artículo publicado en junio de 2001 por la revista francesa Marie Claire, con fotografías y redacción de Abigail Haworth. A la persona que distribuyó dicho mensaje se le ha olvidado que en Latinoamérica, lugar del mundo en que el aborto es un crimen aun cuando no realizarlo implique la muerte de la madre y del mismo feto, o sea este el fruto de una brutal violación o el feto presente defectos congénitos que le mantendrán atado en un cuerpo y una mente inútil, pues bien, como decía, se le ha olvidado que en nuestros países las mujeres abortan tomando cualquier cantidad de medicinas, introduciéndose objetos en el útero, tirándose por laderas y, en el mejor de los casos, acudiendo a clínicas clandestinas en las que también ponen en peligro sus vidas y tienen que pagar elevadas sumas. Se le ha olvidado también a esta persona que siendo el aborto legal y provisto por el estado en China, nadie tiene por qué recurrir a métodos caseros o escondidos para hacerlo, tampoco tienen que esperar a que un embarazo llegue a los seis o siete meses de gestación, y lo pueden interrumpir en las primeras semanas. Además, se le ha olvidado que los chinos son seres humanos como todos nosotros, que adoran tener hijos, que precisamente esto es lo que ha llevado al gobierno a la implementación de la ley de un hijo único por familia en las grandes ciudades y de hasta tres hijos en las zonas rurales, siempre que el primero sea una niña. Ley que pretende evitar el infanticidio femenino, especialmente en el campo, ya que es ahí en donde la fuerza de trabajo se necesita y se considera que un hijo es mucho mejor que una hija. De esta forma se ha dado la oportunidad para que las familias tengan los hijos que cualquier familia en el mundo podría tener y mantener con decoro. No entiendo como una fotógrafa tan sensible y acuciosa no se ha acercado a alguna de las fincas en los departamentos salvadoreños, lugares en los que no hay agua potable ni energía eléctrica, y en donde cada dos por tres aparecen niños en fosas sépticas, hijos de jóvenes mujeres que por su ignorancia y por la incapacidad de nuestro sistema político-económico –social, se han visto excluidas de los medios de educación a los que, según reza nuestra constitución, todos tenemos derecho. Chicas adolescentes que han sido violadas por sus padres, hermanos, padrastros, vecinos, tíos, abuelos, maestros, patrones, que en conclusión han sido violadas por la vida y por la sociedad en las que les tocó nacer, pues bien, ellas también tiran a sus hijos en oscuros pozos de desechos o los envuelven en papel de diario y los dejan en algún basurero esperando que los perros terminen el trabajo, o los tiran en algún barranco en donde las hormigas los muerden hasta matarlos. Pero eso no lo ha visto nuestra periodista amiga de la vida, no le interesa probablemente hacer notar que las injusticias de nuestro sistema económico, que no es el socialismo con características chinas, también es culpable, no de una, sino de miles de anónimas muertes de bebes y de sus madres por fundamentar su estructura en una doble moral que solo sirve para que los golpes en el pecho no sean tantos. Dice además esta presentación que por el gran genocidio de mujeres más de la mitad (o algo así) de chinos no encuentran esposa... Yo viví en Beijing un año y di clases en la universidad de Negocios de Beijing por dos semestres, mis alumnos provenían de siete diferentes provincias y ninguno de los muchachos se quejó nunca de no poder conseguir una novia. Creo que las organizaciones que defienden “el sí a la vida” como se han dado en llamarlo, incluida entre estas la iglesia católica, deberían tomarse un minuto de su tiempo y pensar que por salvar a unos cuantos estamos condenando al planeta y las condiciones de vida de los que ya están aquí. La política de un único hijo es una medida extrema que parecería lejana a nuestra realidad latinoamericana, pero de acuerdo al ritmo de crecimiento que tienen nuestras poblaciones, hasta cuando es que vamos a verlo como un crimen, porque llegará un momento en que de este lado del mundo tampoco sea suficiente ni el maíz ni los frijoles, cuando el agua sea un bien de lujo, cuando la vivienda ya no se pueda obtener, cuando la violencia en las casas y en las calles nos obligue a andar armados y no para lucirnos. Entonces, que va a hacer la iglesia y nuestras blancas instituciones de Sí a la vida??? Cien años no son nada en la historia de esta tierra y los chinos nos llevan muchos siglos de adelanto, eso es algo que no debemos olvidar cuando volteamos y señalamos a un país que alimenta a mil doscientos millones de habitantes y que además les da casa, educación, salud, entretenimiento y las libertades que cualquiera de nosotros tiene en nuestros países... y quizá mayores que las nuestras, pues para los chinos su salario vale el triple que el nuestro y tienen, por lo tanto, tres veces nuestro poder adquisitivo. En conclusión amigos, no nos dejemos llevar por la desinformación del Vaticano. *Aída Párraga. San Salvador, El Salvador. 1966. Poeta y narradora. Su más reciente titulo publicado: El espíritu del viento y otros cuentos |