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César Hernández* sueño
Pero mira tú que me golpeaba con fuerza; me gritaba en serio: ¡ Cochino, por qué lo hiciste!. Al primer almohadazo me desperté. Fíjate que hasta creí que había ladrones dentro de la casa o algo similar. Ella estaba hincada sobre la cama fuera de sí, con el pijama y sus cosas de dormir todavía puestas; dale que dale con la almohada sobre mí. No te culpo sí no me crees, lo que ocurre es que no la conoces. Déjame seguir; todavía viene lo mejor. Ya cuando se cansó de golpearme pude ver que sus ojos casi se salían de tan hinchados que estaban; parecían de perro con rabia. Golpeado y enfadado tuve que consolarla. Todavía entre sollozo y sollozo se le salió un "coscolino de mierda" - ¡Yo que en mi vida... ahora si que se pasó la gorda! Seguramente te has de imaginar que me la paso peleando con mi mujer. Pues no; yo no recuerdo haberme disgustado con ella y ya van para cinco años que estamos casados. Debieras ir a la casa un día de estos para que conozcas a la gorda; verás lo apacible que es. Nos la llevamos muy bien; cierto que de vez en cuando tiene unos sueños muy extraños; figúrate que hace un mes soñó que le estaba poniendo los cuernos con una de sus amigas. ¡Imagínate, le hacía el amor a su amiga frente a ella! Así como así, sin problemas, como estar nosotros tres: Tú, la gorda y yo. Y continuar tan amigos como antes, como siempre. Si, si, te entiendo... sólo fue un decir. No te pongas color tomate que no le hace juego a tus ojos verdes. Anda, come y pásame el agua por favor. No sé a que se deban esos sueños, procuro no causarle celos a mi esposa. Me parece que no ando ni de fisgón y ni de volado con las chicas - y conste que algunas están de buen merecer. De las que me cuesta más trabajo aguantarme son las de piernas largas o faldas cortas: Anda, como esa que llevas ahora. Lo de anoche si que estuvo bueno. El berrinche fue de a gratis; yo no he hecho nada para merecer semejante tranquiza, o para traicionar su confianza y creo que no lo haría: la quiero demasiado. No me malentiendas, no es esa tonta retórica de la fidelidad conyugal; me parece que la fidelidad se queda sólo en los equipos de sonido: en los muy buenos solamente. Es como una fe, una religión; puede tener sus pecaditos, un acto de contrición y ¡Zaz! La felicidad conyugal de nuevo en el hogar. Ve tú a creer que soñó que esculcaba entre mis cosas; las personales; esas donde ni la comunión como pareja autoriza para verlas. Pues si, Claudia, hay va la gorda haciendo su papel de espía o inspectora o que sé yo. Allí en el sueño, saca un papel de mi cajón; es una foto, hay una mujer de ojos verdes, nunca antes la ha visto, la foto tiene una dedicatoria - ¡Hazme el favor!- "Para mi amor: Besos" y el nombre. La gorda se despierta, toma la almohada y arremete contra mí. No me veas así. No es invención mía. Por ésta que lo que te digo es verdad. ¿ Lo de los ojos? Mera coincidencia; ya sabes como se les asocia con una hermosa cara. Espera, espera. La cosa no termina allí; ahora si no me vas a creer. La fotografía tiene un nombre: Claudia. Quédate por favor. Yo estoy seguro que mi mujer a ti no te conoce, ni de oídas. No sé como pudo soñar eso. Entre nosotros no ha pasado nada. No sé de donde saca la gorda esas historias. No te vayas por favor, mira que apenas empezamos: ¿No crees tú en la adivinación y los augurios? *César Hernández César Hernández es el tercer hijo de una familia que tiene siete herederos. Nacido allá en la medianía del ´65 en un paseo providencial que incluía una breve estancia en Guadalajara. Circunstancia, más o menos fortuita, que lo autoriza a colgarse el título de tapatío. Ingeniero de profesión y aprendiz de escritor por ocio. Sádico por naturaleza pero con un muy alto sentido de la conciencia, reconoce en su público a los infortunados conejillos de indias de sus primeras letras, razón por la cual aprovecha para poner el siguiente buzón electrónico para acoger las sugerencias o quejas que sus desbalagadas letras puedan generar: cesarhdez65@hotmail.com |