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Guadalupe Ángeles*
canto II
El momento y la forma: este día
y una manzana. No la mirada de mi padre. Pero, ¿sí? En el recuerdo el agua,
las flores, y su voz sin sonido ya. Esa es la huella, la diminuta sombra
sobre mí de su vida. Acaricio en la memoria el himno que tal vez conozca
porque mis labios lo cantaron para él, y las madrugadas donde la desdicha
me dictó su nombre sin cuerpo, del que todavía reclamo un abrazo, y de
sus manos la caricia imposible ya.
Tranquila pienso en su sonrisa
y sé que fue un hombre como todos, como a todos la muerte lo tocó, sin
piedad, porque así es el tiempo y ni el amor que pudo haber sentido por
mí, ni la miserable raíz de nuestras vidas mortales lograron detener este
designio escrito mucho antes del nacimiento del primer hombre, de la primera
luz.
Recuerdo frutos dulces, la delicada manera que me han dicho, tenía de ir por la vida; me sé feliz si muerdo una manzana y en ella no está su piel ni su silencio; quizá sí, ¿quién puede saberlo?
¿Me ve? ¿Sabe que compongo cantos
tristes?, ¿que me escondo y no me atrevo a hablar con él porque no sé si
va a oírme? Nadie puede saberlo, nadie todavía.
Me dejé llevar por la ficción
de su existencia tanto tiempo, que ahora no sé si alguna vez él pensó en
mí como la mujer que soy y tomó aliento una tarde cualquiera en aquel hospital;
ese no saber la naturaleza verdadera de su vida ni de su muerte, me lleva
a acercarme a otros, me dibuja gestos vanos, me hace aparecer como una
tonta en medio de conversaciones triviales.
Hablo. Dibujo un rostro en el pensamiento para mí de él, me imagino que reiríamos juntos pero —de vivir— quizá nos odiaríamos, ¿por qué no?
Hoy el día es claro. Él, sin
ninguna duda, yace bajo tierra, descompuesto; no verá más este sol; yo
lo veo por él y doy nombre a las nubes para jugar con su recuerdo y clavo
mi tristeza en las ramas de los árboles, mientras imagino que su sombra
no tocará su cuerpo: ni su sombra, ni mis labios, ni mis manos, ni mi voz.
Canto a su recuerdo. Canto a
su posible amor.
*Guadalupe Ángeles.
Pachuca, Hidalgo; México. 1962.
Actualmente reside en Guadalajara. Publica semanalmente su columna en el
suplemento Tapatio Cultural de El Informador. Además ha participado en
multiples suplementos culturales y diarios, como La Jornada Semanal de
circulación nacional, así como en El Financiero, El Occidental y otros.
Su novela Devastación obtuvo Mención Honorífica en el Concurso Juan Rulfo para Primera Novela
convocado por el gobierno de Tlaxcala en 1998 y en 1999 obtiene el Premio
Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos convocado por el gobierno
de Chiapas. En 2001 se publica su segunda novela Quieta bajo el sello Paraíso Perdido.
Entre sus libros de cuentos están Souvenirs, Suite de la duda y La elección de los fantasmas.
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