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aunque siempre rechazaba mis invitaciones, siempre coincidíamos -a propósito-
de camino al estacionamiento en el sótano del edificio, minutos antes de
las ocho cuando quedan pocos autos. nos acercábamos cada vez más, como
accidentalmente, hasta que nos besamos
todo resultó mal al final. soledad sigue fumando, además sigue conmigo.
dos vicios en lugar de uno
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